9 de diciembre de 2010

ANTECEDENTES DE LOS TINTES


Conocimiento pre-químico mesoamericano 
José Ruis Esparza[1]

 Nuestra civilización está basada en la habilidad que tenemos de transformar sustancias y aprovechar sus resultados. Pocas actividades en nuestra sociedad escapan a la influencia de la química moderna.
 La química es la disciplina científica que estudia las transformaciones de las sustancias. Se le considera una ciencia básica, al grado de que hay quienes la llaman “la ciencia puente”, pues se nutre de los resultados de la física y proporciona a la biología el fundamento molecular de los fenómenos en los seres vivientes. 


  Una de las primeras sustancias que atrajo la atención del hombre primitivo fue la sal común. La necesidad fisiológica de la sal, que tienen tanto hombres como animales, tuvo un importante papel en la vida desde tiempos prehistóricos.
 Las rutas originales hasta las fuentes saladas fueron establecidas por los animales a los que el hombre siguió, y al valorar su utilidad inició la explotación sistemática. En el continente americano la sal adquirió un alto valor, al grado de transportarse a grandes distancias de los yacimientos para su comercio. Sabemos por fray Bernardino de Sahagún que los aztecas aprovechaban las costras de sales que en tiempo de secas quedaban en las orillas del lago de Texcoco; tequixquitl o “tequesquite”, le llamaban. Se trata de sales alcalinas entre las que abundan el carbonato de sodio (Na2C03), y el cloruro de sodio (NaCl). 



 El aprecio de la sal se debió a sus múltiples aplicaciones. Los pueblos mesoamericanos la usaban para facilitar la cocción de las legumbres como condimento de la comida. La escasez de sal fue motivo de guerras entre los pueblos mesoamericanos. Otros compuestos, como el alumbre, la mica y el yeso, se utilizaron para la fabricación de colorantes y para recubrir muros.
Algunos grupos, principalmente asentados en los trópicos, se especializaron y llegaron a desarrollar técnicas de purificación de la sal.
 La sal contaminada con tierra era sometida al método más usual de purificación, que consiste en disolver la sal en agua, filtrarla, evaporar una parte por medio del calentamiento y dejarla enfriar. La solución saturada de cloruro de sodio a esa temperatura deposita cristales cuando la temperatura baja. El método, perfeccionado por los aztecas, consistía en disponer de grandes depósitos lacustres, con poca profundidad, en donde se facilitaba la evaporación del agua salada y la cristalización del nitrato de cloro. Con este sistema lograron una enorme producción de sal, que les permitió establecer un monopolio que comerciaba exclusivamente con los pueblos tributarios.

Aztecas haciendo chinanapas

 La capacidad de transformar las sustancias se da también en el terreno de la vestimenta. Lo mismo que el hombre primitivo en el resto del planeta, los mesoamericanos vistieron con pieles de animales; en consecuencia, el manejo de las pieles fue una de las primeras industrias químicas. De acuerdo con la región y la época del año, se crearon y desarrollaron diversas técnicas para el tratamiento de las pieles: con raspadores de hueso o de piedra se limpiaba de pelo y demás impurezas; se untaba con una mezcla de hígado, sesos cocidos y grasa, sal, raíces y otras sustancias. Remojadas y puestas al sol, las pieles adquirían consistencia y textura uniformes. Estas técnicas fueron adoptadas por los europeos. Y alguna variante se usó también para calafatear canoas.

Aztecas en el mercado de Tlatelolco

 Las telas más comunes del mundo prehispánico se hacían con fibra de maguey y agave (henequén). Los dirigentes y sacerdotes empleaban telas de algodón blanco en sus vestidos. Para su decoración usaban pigmentos minerales, especialmente óxidos de hierro, malaquita o carbonato básico de cobre. También preparaban afeites con cinabrio (sulfuro de mercurio), galena, pirita, mascasita y hematita. El color púrpura que obtenían de la cochinilla (nocheztli), o sangre de tunas, fue estimado por los europeos, especialmente como colorante textil.
 Tanto en la vida cotidiana como en la religiosa, se utilizó el maquillaje con pigmentos; los prehispánicos de todo el continente usaron la coloración del cuerpo, de textiles, y de una infinidad de objetos.
 Además del sentido decorativo y ritual, la coloración del cuerpo tenía la virtud de proteger de los insectos. Los pigmentos inorgánicos que utilizaban se obtenían de una variedad de minerales que recogían en la superficie del terreno y en excavaciones realizadas con ese propósito. El blanco lo hacían con piedra caliza en polvo, yeso y kaolin. El rojo lo preparaban con hematita pulverizada, con ocre rojo (óxido de hierro) más o menos arcilloso. Los amarillos con arenilla y ocre amarillo (óxido de hierro hidratado) y arcilla; los verdes y azules con varios minerales de cobre; el negro con grafito pulverizado, carbón mineral y carbón vegetal.

Mascara de Jade

 Para moler el material se empleaban morteros y diversos instrumentos de piedra. Una vez que el material tenía la finura necesaria, los colores se mezclaban con agua, aceite, grasa y resinas para su aplicación. 
Códice pintado con minerales y animales

Al llegar los primeros europeos registraron el amplio conocimiento que los indígenas tenían de las propiedades de cortezas, líquenes, raíces, semillas y otros productos naturales. Los grupos más civilizados de México y Perú utilizaban diversos tipos de sales para lograr tonalidades y fijar el color de los tintes vegetales. A lo anterior hay que agregar los numerosos pigmentos vegetales, como los obtenidos del palo de Campeche, la madera de melocotón, el palo de Brasil, etcétera.

Tintes a base de conchas de mar y crustaceos

Los mesoamericanos desplegaron mayor sabiduría en el cultivo y manejo de la
cochinilla de nopal, la grana cochinilla. Se obtenía del machacamiento del cuerpo deshidratado del insecto (
Coccus cacti), la cochinilla que se alimenta de un cactus conocido con el nombre genérico de nopal. Plantaciones especiales de este cactus eran cultivadas con el propósito único de propagar la población del insecto y obtener de él un colorante púrpura.
 Las hembras, una vez que habían desovado, eran recogidas en platos de madera y sumergidas vivas en agua hirviendo, para más adelante deshidratarlas al sol o en un horno. Esta técnica fue creada hace más de dos mil años. Dependiendo del tratamiento que se dé a la cochinilla, se puede obtener una gran variedad de tintes. De una manera directa produce un carmesí brillante, que puede variar al naranja aplicando algunos ácidos, o al violeta, aplicando algunas bases (álcalis). Otros procesos que les permitían manejar numerosos cambios de color incluían el uso de sosa, potasa, alumbre y otras sales minerales, así como diferentes jugos vegetales.
 La protección de pintura en superficies exteriores por medio de pegamentos vegetales y otras sustancias, también fue practicada en Mesoamérica. Especialmente se recolectaban de varios árboles el látex, sustancia viscosa, y lo usaban como un tipo de barniz. Con una variedad de látex fabricaban caucho y con él pelotas y bolsas impermeables, botas y prendas de vestir. Era de uso común entre las tribus de las regiones tropicales.
 No puede dejar de mencionarse la alfarería, que es una de las aplicaciones químicas más antiguas que ha desarrollado el hombre. En América la practicaron casi todos
los grupos indígenas del continente. Con el fin de endurecer los recipientes de barro y fortalecerlos, antes de su cocimiento se agregaba arena o conchas, piedras o tepalcates pulverizados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario